"Ambientar Mi Novela En Asturias Es Algo Que Me Pedía El Cuerpo"
Pablo del Río tenía muy claro que su novela "Doce abuelas" debía desarrollarse en Asturias: "Es una región que tiene un brazo en el mar y otro en la tierra, precisamente lo que yo buscaba: una vocación marinera y otra ganadera".
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¿Cómo surge la necesidad de contar esta historia?
Esta es mi primera novela. He escrito infinidad de relatos a lo largo de mi vida pero, por impedimentos laborales, nunca me había visto inmerso en un proyecto de esta envergadura. La novela surgió de una forma natural: alargando uno de esos relatos por pura inercia creativa, hasta que me di cuenta de que tenía setenta páginas. En ese momento sentí que la historia tenía solidez y proyección, que se me abrían varias vías argumentales, en una palabra: no podía parar de escribir. La inspiración para la construcción de la trama me vino a raíz de ver un documental en televisión sobre una expedición a una de las cimas del Himalaya. Una cordada se detuvo en un paso estrecho y se alejó unos metros de la vía marcada porque uno de los montañeros no se encontraba bien de salud. Fruto de una inusual subida de la temperatura, un tramo se había deshelado y un trozo de anorak amarillo emergió de la nieve. Comenzaron a escarbar y hallaron el cadáver de un montañero. Se trataba del miembro de una expedición que desapareció diez años atrás y, casualmente, en esa expedición iba el padre de uno de los montañeros de la cordada. Me imaginé qué pasaría por la cabeza de alguien si se encuentra a un ser querido congelado en un lugar tan remoto o, simplemente, en el salón de su casa. Me pareció un punto de partida impactante y que generaba un gran desasosiego, al mismo tiempo que abría un gran número de interrogantes.
¿Por qué Asturias y Ribadesella?
Soy natural del norte de Palencia y conozco el Oriente asturiano muy bien. En los ochenta fui con unos amigos al Descenso del Sella. El camping de Ribadesella estaba lleno y tuvimos que plantar la tienda en el de Vega, a ocho kilómetros. Minutos después descubrí la playa de Vega y me sedujo. Apenas había gente en aquellas fechas y únicamente uno o dos restaurantes. Desde ese momento no hay verano que no haga una escapada a esa playa. Como montañero aficionado, me paso un par de semanas haciendo rutas por los Picos de Europa y luego suelo bajar a darme un baño en la playa tras la caminata: Llanes, Barro, Andrín, Arenal de Morís, Vega… Vivo en Madrid pero digamos que Asturias es mi segunda casa. Para la novela representaba el lugar ideal. Es una región que tiene un brazo en el mar y otro en la tierra, precisamente lo que yo buscaba: una vocación marinera y otra ganadera. Y concretamente Ribadesella reunía todas las claves: un pueblo grande, un puerto pesquero, costa escarpada con acantilados sobrecogedores y, hacia el interior, prados para el ganado.